Los Olivos en 1968, cuando, todavía no era Puerto Ordaz

viernes, 17 de enero de 2020

Las ninfas desnudas de Toro Muerto

La crónica de los Perdidos en Toro Muerto gustó más de lo que yo esperaba, porque se me han acercado algunos amigos a contarme cosas que enriquecen la historia de aquel lugar paradisíaco que hoy ha desaparecido. Me dicen que, a mediados de los años 70, un grupo de mujeres alemanas hacían “camping nudista” en la orilla de la playa. Algunos muchachos que se enteraron de eso, iban a espiar escondidos entre chaparros y matorrales, para disfrutar de lo que significaba en aquellos días, ver mujeres con sus pechos al aire, tomando el sol bañándose desnudas.

La anécdota es perfectamente verosímil, porque entre los años 60 y 70  en Austria y Alemania, se acrecentó la práctica del nudismo, que inclusive llegó a ser una filosofía de vida que planteaba integrarse hacia la naturaleza de una manera diferente. Consideraban que el cuerpo humano no se creo para estar vestido, sino para andar desnudo. Y la mejor forma de disfrutar del sol, el aire y el agua, era exponerse a  ellos como Dios nos trajo al mundo. Ponían como ejemplo que, el placer de bañarse desnudo no puede compararse con el de estar tapado con un traje de baño, pues al salir del agua se mantiene una humedad corporal inconveniente que causa enfermedades y sensaciones desagradables.  
Hoy, cuando el desnudo femenino está a la orden del día por las redes sociales, puede parecer absurdo que unos ociosos se pongan a espiar campos nudistas, donde más que figuras esbeltas, abundan las barrigas y las estrías, de quienes se liberan exhibiendo cuerpos castigados por el tiempo que, más que alimentar la fantasía sexual, la espantarían rápidamente.  
Pero hay que entender a los jóvenes “espías” de Toro Muerto en los años 70. En el libro los Cuentos del silencio de Juan Jair Natera Tesillo,  se narra como  unos niños que todas las tardes iban a bañarse a la orilla de un río, los pescadores les advertían que se aparecía una ninfa. “No les creíamos, hasta que en uno de esos días en los que la desobediencia se impuso eclipsando toda advertencia, fue  allí un poco después de las 6, con el sol medio muerto sobre las aguas rojas, que la vimos por primera vez, era ella, la ninfa desnuda de la que nos habló mamá.  Y envuelta en los remolinos del río con una belleza indescriptible nos atrapó por encima del pánico profundo que en especial me invadió a mí. Desde ese día, después de verla ondear desnuda mostrando sus pechos juveniles, olfateables, suaves sobre la espuma, nos sentimos sorprendidos, porque en realidad era la primera vez que le veíamos las tetas a una mujer. Entonces decidimos no decirle a nadie que la habíamos visto y sería nuestro secreto más preciado y peligroso”.
Creo que eso fue lo que les pasó a los muchachos de nuestra historia, como nunca habían visto la desnudez femenina, incursionaban repetidamente a sus escondites sabaneros, para ver desde allí a “las ninfas de sus fantasías”
Y así aparecen los recuerdos o crónicas del viejo Toro Muerto: primero fueron los perdidos por la crecida del río y ahora aparecieron las ninfas, dejando cierta sospecha sobre el motivo de la costumbre de ir al rio: ¿nadar, pescar o ver a las ninfas?



domingo, 12 de enero de 2020

Perdidos en Toro Muerto


Laureano Rodriguez (hoy)
Cuando Los Olivos no era Puerto Ordaz, contaba con  lugares paradisíacos que regalaba la orilla del  Caroní. Desde el sector Los Pedregales, ubicado más o menos donde ahora está el Centro Ítalo venezolano, hasta El Silencio, al lado del acueducto del antiguo INOS (hoy Hidrobolivar), había playas, lagunas, caños y muchas otras cosas que luego desaparecieron con la represa. Era  la oferta de la naturaleza que invitaba a los vecinos a vivir en sintonía con ella

Se dice repetidamente que, Puerto Ordaz es una ciudad que siempre ha vivido de espaldas al rio, pero en Los Olivos eso no era así, porque constantemente se realizaban actividades turísticas, deportes náuticos, caza, pesca y muchas otras donde el río era protagonista .

Pero la naturaleza siempre trae algunos problemas, porque las orillas de los ríos son riesgosas  y eso preocupaba a los padres, ya que no había mayor placer para los muchachos de aquellos días que “irse para Toro muerto”. Mas de uno se perdió en el lugar causando angustia y preocupación, como fue la desaparición de Laureano Rodriguez,  Dorian Medina y Walter Acosta, que salieron a pescar y se aparecieron dos días después cuando los familiares ya temían lo peor

Cuenta Laureano Rodríguez (el de la foto) que, como de costumbre salieron a pescar en una orilla donde los árboles casi penetraban al agua y, sentados cómodamente en las ramas se podían lanzar los anzuelos al agua. Pero se encontraron inesperadamente atrapados en un grave problema: cuando abrían las compuertas de Guri, el nivel del río subía de manera rápida y considerable y eso ocurrió en aquel momento. El río comenzó a subir obligándolos a trepar a lo mas alto de los árboles donde tuvieron que pasar la tarde, la noche y el día siguiente, hasta que las aguas bajaron nuevamente y pudieron salir y regresar a sus casa.

Más de uno se perdió en Toro Muerto. Una Semana Santa, cuando al bajar el río, en el silencio se formaba una gran playa que se llenaba de temporadistas, de la misma manera que las playas de Sucre y Anzoátegui, mi hermano Gustavo, que tendría unos seis años, se perdió entre el río y el gentío por más de tres horas, hasta que apareció tranquilamente como si no hubiera pasado nada.

Toro muerto esta lleno de historias,-igual que Los Olivos- pero creo que una de las que causó más revuelo fue la desaparición de Laureano,Dorian y Walter, porque hasta las autoridades locales intervinieron tratando de localizarlos sin éxito en medio de la angustia de los familiares y vecinos. Gracias a Dios que solo fue un gran susto. Luego aparecieron temerosos, no por el peligro del que se habían salvado, sino por lo que les esperaba en la casa, ya que en aquellas épocas no existía la LOPNA y el castigo corporal era el mejor remedio para las imprudencias y la desobediencia.

 Hoy Toro Muerto, el paraíso de ayer, está debajo de las aguas  y solo queda los sectores populares que pueblan la orilla del río. Pero sus historias están vivas en el recuerdo de sus protagonistas, que ojalá se animen a contarlas, como lo hace Laureano, que no se olvida de los días y noches que pasó en la "copa  una mata" rodeado de agua y esos bichos que siempre traen las inundaciones repentinas.