Los Olivos en 1968, cuando, todavía no era Puerto Ordaz

sábado, 19 de mayo de 2012

Los primeros vecinos (I)


Hoy comienzo con este espacio que pretende recoger el testimonio vivo de los primeros habitantes de Los Olivos. Mis primeros “invitados” son los que han estado más cerca de mí, Carlos Blanco Pérez (mi padre) y Rafael Lezama (mi suegro).

Carlos Blanco Pérez

      El responsable de que hoy este escribiendo estas líneas sobre Los Olivos fue mi padre Carlos Blanco Pérez; él se entusiasmó con la idea de vivir aquí, y a pesar de que a la familia no le hacía mucha gracia en aquel momento separase de la ciudad,  nos trajo a la casa que hoy habito. Mi padre falleció, pero antes dejó grabadas sus memorias, y entre ellas, está  ésta  breve anécdota que voy a reproducir textualmente,

“Nos mudamos a la casa de Los Olivos en diciembre del año 1965 cuando estaban construyendo la urbanización.  En aquel momento,  Los Olivos estaba alejada de la ciudad, cerca de la rivera del rió Caroní  y rodeada principalmente de monte. Para ir desde Puerto Ordaz a los Olivos, había que tomar la carretera hacia ciudad Bolívar y al llegar, más o menos donde ahora está el edifico de la C.V.G,  había que doblar a la izquierda y tomar   una carretera de tierra que bajaba hacia el río pasando frente a unos talleres  de unos alemanes; después  se pasaba frente a un botiquín llamado el Copacabana y una granja de pollos; luego a la altura de lo que hoy es el vivero de C.V.G  se doblaba a la derecha;  había que cruzar una quebrada  y se entraba a Los Olivos por la calle que está frente al colegio Yocoima, exactamente en esa esquina, empezaban las construcciones y el movimiento de tierra del urbanismo.
Cuando nos mudamos, lo único que estaba terminado  era la manzana 11, de la calle Portugal.  Nuestra casa, la número 11 fue una de las primeras que se construyó junto con otras tres casas modelo. Cuando nos mudamos allí vivían pocas familias en la calle Portugal, -nuestra calle- un español  de apellido Soldevilla que había sido plomero en la construcción de las casas; una familia andina que vivía en la calle de de atrás y Arturito (Sadjian). El mismo día que nos mudamos apareció la señora Vilma, que nos preguntó donde habíamos contratado al camión que nos hizo la mudanza;  creo que después se mudó el mismo día en la noche o al día siguiente: era la familia Serrao; en la casa de atrás se mudó un hombre que le llamaban El Coreano, Al lado de nosotros un mes después se mudo el señor Lezama y al otro lado, como dije antes vivía Arturito a quien yo le había calentado la cabeza para que se mudara para allá, porque me interesaba que fuera más gente a vivir allí.
En aquella época, a finales del 65 y comienzos del año 66 en Los Olivos no había bodegas, ni mercados, ni nada que se le pareciera; si  faltaba algo había que ir a buscarlo a Puerto Ordaz. De las cosas que me llamaron la atención, es que allí primero se hicieron  las casas y después las calles, por eso se puede ver que unas casas están por debajo del nivel de la calle; y primero construyeron la escuela y después empezaron a buscar a los niños para que estudiaran en ella. Nosotros mandamos a Silvia a estudiar allí, porque Gustavo era pequeño todavía, y no lo mandamos  a la escuela, sino que lo mandamos a un Kínder que estaba por allí atrás  de una maestra llamada “Suplicia”
         El entretenimiento era, ir a Puerto Ordaz a dar un paseo en carro por la ciudad o pararse en el Centro Cívico a tomar un café o dar una vuelta. En el Centro Cívico estaba la única librería que había en la ciudad, la iglesia, el cine, la farmacia, el club Arichuna y una cafetería. También se podía visitar la Hermandad Gallega que estaba recién fundada en Castillito. Cuando nos quedábamos en la casa nos sentábamos en el porche a tocar la guitarra y cantar, allí llegaban los ingleses (Serrao) y los hijos de Lezama que cantaba y tocaban cuatro. Tocábamos canciones de todo tipo o inventábamos otras,  la que mejor puedo recordar el momento era una que decía “Amigos de Puerto Ordaz, escuchen con atención, el conjunto Los Olivos la nueva urbanización” (Conversación grabada con Carlos Blanco Pérez en el año 2005)

Rafael Lezama Delgado
          Otra persona que conoce muy bien los orígenes de los Olivos (y Puerto Ordaz) es mi suegro Rafael Lezama, una persona que ha trabajado prácticamente toda su vida en instituciones de dicadas a la construcción y el financiamiento de viviendas. A “Fael” le gusta más escribir que hablar; su caligrafía y ortografía es casi perfecta y cuando le pedí que grabara en forma breve sus primeras experiencias en Los Olivos me escribió la siguiente nota:
“Fue en fecha 19 de Mayo de 1.965 cuando acudimos con mucho entusiasmo a la Oficina Pública del Registro Subalterno del Municipio Caroní en San Félix,  Estado Bolívar,  mi señora esposa, Gisela García de Lezama y mi persona Jesús Rafael Lezama Delgado, para firmar al fin por vez primera el documento de adquisición de una vivienda cónsona para mudarnos a nuestro propio hogar y convivir con nuestros  cinco hijos pequeños.
     Dicha vivienda adquirida está situada en la urbanización denominada técnica y provisionalmente como “Unidad de Desarrollo” por el proyecto habitacional de ese entonces,  bajo  responsabilidad de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), y construida por la empresa constructora Puig Hermanos, C. A., y ubicada en la calle “C” sobre la parcela de terreno con determinación parcelaria en la Unidad de Desarrollo N°UD-231-11-12. Actualmente su ubicación es: Urbanización Los Olivos, calle Portugal, manzana 11 y parcela N° 12, Parroquia Universidad.  
     La vivienda fue comprada aún sin estar terminada. Al concluirse la construcción, sus detalles interiores y demás obras exteriores, e inclusive del urbanismo, fue entonces cuando se hizo la entrega formal del inmueble. Y, llenos de mucha alegría y felicidad, nos mudamos en fecha aproximada en los primeros días de la 2ª. semana del mes de enero de 1.966. ¡Metas cumplidas de mi vida y la de mi esposa, para nuestros hijos!.
     No obstante, pensábamos en un problema. En muchas ocasiones, al mudarse a un nuevo hogar, los miembros de la familia que más sufren son los niños. Mientras más pequeños sean más les puede afectar, puesto que dejan atrás un sitio que ya conocen para enfrentarse a lo desconocido, siendo natural que al principio extrañen su antigua casa y les cueste conciliar el sueño. Esto no sucedió, supimos solventar esta situación, pues todos quedaron en sus mismas escuelas en Puerto Ordaz y en el Loyola hasta terminar el año escolar. Y posteriormente en los Liceos de Puerto Ordaz y los que se instalaron en Los Olivos donde hay ahora muchas Universidades.
      Ahora bien, nos encontramos con muy poca gente en este lugar. Apenas se comenzaba el desarrollo urbanístico. No había ningún establecimiento comercial donde adquirir ni un refresco. En la manzana 11 donde nos mudamos las tres primeras familias: Blanco Rodríguez, Saadjian De Freitas y (la mía) Lezama García,  vimos con nuestros propios ojos cómo poco a poco durante el transcurrir de los años creció el desarrollo urbanísticos y habitacional, una vialidad excepcional y, por supuesto, un crecimiento demográfico, todo lo cual conforme al desarrollo industrial del hierro y del acero, las factorías del aluminio y miles de otras actividades comerciales de toda índole. (c.ejm.): Grandes y medianos  centros comerciales, industrias del petróleo y minerías. Clínicas médicas, Laboratorios clínicos especializados, centros turísticos, estadios, Bancos Comerciales; Estaciones de servicios automotriz; Concesionarias de vehículos y un enorme Parque automotriz. Universidades y otras Instituciones y Unidades de Educación Superior y Universitarias. Agencias de Viajes y de Turismo, y muchas otras de relevante importancia. (Narración realizada el día Domingo 13 de mayo de 2012 Día de la madre)

Hasta aquí, esta primera entrega de Pioneros de Los Olivos. Próximamente tendremos las versiones de otros, animamos a todos los que formaron, y forma parte de esta historia a que se animen a escribirnos.   


   
    

viernes, 4 de mayo de 2012

Para Carlos Cedeño, In memoriam



Comenzamos este blog con la intención de llevar a los espacios globalizados la historia de nuestra urbanización, que al mismo tiempo es la historia de nuestra vida. Una historia que tiene muchos recuerdos, muchas alegrías y muchas tristezas; es la historia de un grupo de gente que decidió vivir en espacio territorial compartiendo todo lo que la vida ofrece. Es un espacio  que está a la orden de todos los que quieran aportar algo a la  construcción de la “memoria oliveña”.

Es muy difícil contar historias en abstracto sin referirse a personas concretas, por eso hemos dedicado esta sección para hablar de los personajes y sus anécdotas. Y quiero comenzar recordando a un amigo que nos dejó físicamente el pasado mes de diciembre: Carlos Cedeño, o mejor dicho, “Carlitos”,   que después de compartir con todos sus amigos las típicas celebraciones  navideñas en la cancha de futbol,  tomó el rumbo que el destino, más tarde o más temprano nos tiene reservado a todos.

Carlitos fue uno de los pioneros de segunda generación de Los Olivos; esta categoría es una creación personal: considero pioneros de primera generación a nuestros padres que tuvieron la genial idea de mudarse a Los olivos cuando nadie quería vivir aquí; nosotros sus hijos, que más que acompañarlos tuvimos que venir obligados  a vivir nuestra infancia en aquellas soledades que después aprendimos a querer, somos –según mi opinión- los de la segunda generación.

Carlitos  fue un protagonista indiscutible de la historia de los Olivos,  yo no soy el más indicado para describirla en detalle, solo voy a recordar una anécdota de algo que en el pasado no unió de manera importante.

Carlitos formo parte del inicio del futbol en los Olivos. Cuando se disputaba el famoso e histórico interbarrios del año 1969, era defensa indiscutible del equipo. En uno de  los juegos del certamen, yo estaba en la portería cuando ante un ataque del equipo contrario, Carlitos trato de despejar  y sin querer produjo un potente disparo contra nuestra propia puerta que, no llegue a despejar sino que me pegó con tanta fuerza en el hombro que  el balón rebotó lejos de la portería. Esto fue recordado por mucho tiempo, y todavía en fecha reciente uno de los amigos que formaba parte de aquel equipo me dijo “Te acuerdas del “chute” de Carlitos".  Un pequeño error que  dio lugar a esta graciosa anécdota, la cual no desmerita de las condiciones futbolísticas de Carlitos que siempre fue un buen jugador  y mejor amigo.

Hoy, Carlitos no nos acompaña, y no estará físicamente en la celebración de los 50 años de Los Olivos,  pero su presencia espiritual siempre estará presente,  al igual que la de los demás amigos que partieron con anterioridad. Por eso,  comenzamos este espacio dedicado a los personajes de los Olivos, en memoria del amigo que siempre estará presente en la cancha de futbol de los Olivos; allí  donde se ha escrito una historia importante de nuestra urbanización, la cual no morirá, porque como reza el dicho, solo muere lo que se olvida.
   

Cuando Los Olivos no era Puerto Ordaz

Introducción

Hay una frase que frecuentemente le escuchamos a los vecinos de Los Olivos: “Voy pa’ Puerto Ordaz”. Y ante esto algunos se preguntan ¿De dónde sale eso? ¿Es que acaso Los Olivos no forma parte de Puerto Ordaz? Quienes no vivieron los orígenes de esta populosa urbanización de Ciudad Guayana, no comprenden que esto tiene su origen en una realidad, porque en los años sesenta cuando se construye esta urbanización y comienza a ser habitada por los primeros vecinos, estaba alejada de Puerto Ordaz.

El distanciamiento que en el pasado existía entre Los Olivos y Puerto Ordaz, no era sólo físico, también se manifestaba en la forma de vivir de sus habitantes. La nueva urbanización no ofrecía las opciones de vida de la alejada ciudad, ni en entretenimiento ni en abastecimiento. Era una urbanización recién construida, casi solitaria, donde no había nada que hacer ni nada que comprar. Esto produjo una convivencia compartida de características especiales que dejó huella, originando una identidad que no han perdido, ni siquiera los que ya no habitan allí.

Con motivo de los 50 años de Ciudad Guayana, se retomó el debate sobre la identidad de los “guayacitanos”, destacándose la tesis de que el habitante de esta ciudad no se sienten identificado con la ella, más bien se identifica con algunos de sus sectores: San Félix o Puerto Ordaz, y dentro de estos, La Grúa, Vista al Sol, Unare, Los Olivos etc. Esta identidad puede ser producto de una vida compartida y costumbres comunes, el arraigo, la vecindad o la tradición familiar.

En el caso específico de Los Olivos, creo que este espíritu de pertenencia, se produce por el sentimiento de arraigo de sus primeros habitantes, las costumbres que nacieron de una convivencia especial, y una especie de “carisma o atractivo urbano” que hace que sus vecinos estén enamorados de su urbanización a pesar de que últimamente la anomia y la anarquía la han perjudicado.

Este breve ensayo estará referido a un espacio de tiempo que va desde 1964 a 1974, aunque necesariamente tendremos que referirnos a acontecimientos más recientes. Escogimos este periodo de tiempo porque en 1964 comienza construirse la urbanización y en 1974 se produce la explosión del desarrollo de Ciudad Guayana, desapareciendo prácticamente las distancias y el estilo de vida que marcaban las diferencias.

El ensayo lo hemos dividido en cinco partes: La construcción de Los Olivos; El nombre de Los Olivos; La vida de los primeros vecinos; El Grupo Escolar; la iglesia y por último El fútbol de Los Olivos. Queremos aclarar que la pretensión del ensayo es recoger una parte de la historia oral de una urbanización de ciudad Guayana querida por sus vecinos y considerada por la colectividad como un sector importante. En ningún momento se pretende establecer protagonismo o méritos personales. Como toda obra humana de carácter colectivo, la urbanización es producto del trabajo de mucha gente y especialmente de quienes han vivido en ella compartiendo lo bueno y lo malo. Por eso, salvo dos o tres menciones personales necesarias, la narración se hará en términos generales y recoge muchas anécdotas de muchas personas que sería imposible nombrar a todas aquí.

Hace días, dijo un viejo vecino de Los Olivos “Hay que distinguir entre los que vinieron a vivir aquí cuando nadie quería venir, y los que vinieron después. Porque una cosa era mudarse a Los Olivos cuando no era Puerto Ordaz y otra mudarse a una Urbanización mas de Ciudad Guayana. De esta conversación se extrajo el titulo del ensayo, animándonos a escribir sobre esos primeros años que pocos conocen y que no queremos que se pierdan. Esperamos cumplir con la tarea y dedicar este ensayo a aquel grupo de personas que en el año 1965 decidieron vivir con su familia en un alejado y solitario lugar, rodeado de bosques y sabanas, permanentemente acompañados por el ruido de los saltos del Caroní que también hoy ha cambiado, dejando solo en el recuerdo aquella época en que Los Olivos no era Puerto Ordaz.

La construcción de Los Olivos

La urbanización Los Olivos comenzó a construirse en el año 1964. Jesús Rafael Lezama Delgado, persona que participó activamente en su construcción, nos cuenta que por iniciativa de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG-Regional) y el Instituto Nacional de la Vivienda (Inavi-Nacional), se realizaron los primeros urbanismos para el ensanchamiento de la ciudad; iniciándose entre ellos el de la urbanización Los Olivos, cuyo nombre oficial era y es UD 231 - Urbanización Villa Latina.  De la misma fuente obtenemos el siguiente detalle de las primeras casas que se construyeron en el lugar:

“Por decisión de la CVG y su proyección, y AGAP por el financiamiento a corto plazo para construir y largo plazo para la adquisición de viviendas, se inicia la programación del desarrollo habitacional en Puerto Ordaz. En este caso en lo que respecta sólo a Los Olivos, la CVG selecciona en principio a la empresa constructora Puig Hermanos, C. A., quien se inició con la Primera Etapa de la obra en las manzanas ubicadas en la UD-231,11, 13 y 15. Las primeras dos casas muestra que se construyeron en la manzana 11 fueron:

La Primera (1ª.) vivienda del tipo CVG-3 con tejas, de 120 M2. Y con el número Parcelario UD-231-11-12 (vale decir: Sector Villa Latina (ahora Los Olivos) UD-231, manzana 11, parcela N° 12. Calle C nombre técnico por CVG, ahora Calle Portugal designada por la municipalidad y casa N° 1558-O (ahora no existen tales nomenclatura inicial ni numeración). Nota: La casa de muestra ésta habitada por la misma persona que la adquirió en julio del año 1.965.

La Segunda (2ª.) casa del tipo PH-90-T (La “T” indica con tejas), Vale decir; construida por Puig Hermanos, C. A. y dentro del área de terreno con número parcelario UD-231-11-11. Cruce calle Coimbra con Portugal.- Nota: También habitada por la misma familia que la compró a crédito por la Asociación Guayanesa de Ahorro y Préstamo AGAP en 1.965. Luego se construyeron las dos más al lado de las primeras arriba señaladas y, subsiguientemente, las restantes 18 de tipo PH-90-T y las dos 2 del tipo CVG-3 para un total de 20 parcelas de 324 M2., número de parcelas y superficie que tienen todas estas manzanas.

Luego Puig Hermanos C. A. ejecutó las obras restantes de construcción de este mismo tipo de casas en las manzanas 13, 15 y también en la manzana 17 con casas más pequeñas tipo PH-73 (de 73 M2. de construcción y sin tejas, no tiene la T). Luego pasó a la segunda etapa, cuando construyó gran parte de las viviendas parecidas a las del tipo CVG-3 pero más grandes y de 4 y 5 habitaciones y 3 ó 4 baños, de dos techos inclinados de platabandas con tejas y un techo plano en el centro.- Así como de otros proyectos propios de su empresa tipos G de 3 y 4 habitaciones y 3 ó de dos plantas con iguales cantidades de baños.- (Conversaciones con Jesús Rafael Lezama Delgado)

Así se fundó la urbanización Los Olivos, que empezó a ser habitada por sus primeros vecinos a finales del año 1965. Hemos copiado textualmente la información recibida porque nos parece muy importante a los efectos de la exactitud histórica en virtud del nivel de detalle. Pero hay un aspecto más importante, las viviendas fueron construidas para ser vendidas a familias que querían arraigarse en la zona. Entender esto es fundamental para la historia de la ciudad y de la urbanización. En los años sesenta muchas personas vieron a trabajar a Puerto Ordaz, pero no todas vinieron a vivir aquí. Los primeros habitantes de Los Olivos compraron sus casas y se arraigaron en el lugar y esto fue un factor fundamental y punto de partida de ese sentimiento de identidad que posteriormente surgió entre los vecinos y la urbanización. Aquí queremos marcar una diferencia entre los conceptos de identidad y arraigo. Arraigarse es echar raíces en un lugar establecerse para vivir allí, la identidad es mucho más, no sólo es estar en un lugar, es formar parte de un todo, sentirse como un pedazo de algo. Y en esto, no queda duda de que los vecinos de Los Olivos se sienten como parte viva de la urbanización.

El nombre de Los Olivos

Ahora bien, si en el plan de desarrollo Oficial el nombre de la urbanización era Villa Latina, ¿Por qué se llama Los Olivos? sobre esto hay dos versiones que trataremos de contar brevemente sin inclinarnos por ninguna de ellas. Cuentan algunos pioneros del lugar, que cuando estaban construyendo las primeras casas, los futuros compradores se acercaban a ver cómo iban las obras. Los domingos eran días especiales para eso, que se convertía también en una especie de paseo o excursión campestre. Había que salir de Puerto Ordaz por la ruta hacia Ciudad Bolívar; y al llegar aproximadamente a donde hoy está el edificio de la CVG se tomaba un camino de tierra a la izquierda, en dirección a las orillas del río Caroní; al llegar frente al vivero de la CVG había un pequeño camino a la derecha que pasaba por una quebrada y allí estaban las primeras casas. Para los niños era emocionante y entretenido porque mientras los padres revisaban las construcciones, los muchachos perseguían lagartos o tiraban piedras a los numerosos pájaros que rondaban el lugar. En uno de estos paseos, una persona dijo que los árboles que rodeaban las casas parecían un olivar y esto fue el motivo para que el lugar fuera bautizado como Los Olivos.

Pero hay otra versión que también nos cuenta Jesús Rafael Lezama Delgado, el nos dice que “había un embarcadero a orillas del río Caroní que hacia transporte ligero y fluvial de trabajadores en lanchas pequeñas (motor fuera de borda), hasta las obras de la represa de Macagua I. Era la vía de transporte única y exclusivamente para trabajadores de Puerto Ordaz y provenientes de Ciudad Bolívar. Los de San Félix y Upata fluían por la otra margen del río. Estas lanchas embarcaban a trabajadores de la Campenón Bernal a Macagua I, desde un muelle provisional que denominaban “Puerto Los Olivos”. El precitado nombre del puerto pegó muchísimo al conglomerado de gente que aquí habitaba y de Cd. Bolívar, y que utilizaban los servicios obligados de las lanchas”. Es decir que por la cercanía con este embarcadero, la gente comenzó a llamarle al sector Los Olivos y posteriormente se le asigno el mismo nombre a la urbanización que se construyó en el lugar. Son dos versiones para explicar un hecho incuestionable, y es que por encima de los nombres oficiales, el nombre de Los Olivos se impuso porque fue así lo decidieron los primeros habitantes de la urbanización.

La vida de los pioneros de Los Olivos

Ahora bien ¿Cómo era la vida de los primeros habitantes de Los Olivos? En diciembre del año 1965 en Los Olivos vivían pocas familias que habitaban casas de la manzana 11. Esta manzana se encuentra pasando el Colegio Yocoima, antes de llegar al supermercado y a una conocida arepera. La soledad era una característica de los primeros momentos: durante el día el único movimiento que se apreciaba en el lugar era el de la constructora que hacía las casas, y que tenía su campamento de trabajo en los terrenos donde hoy se encuentra la iglesia; las noches no eran tan calurosas como ahora; el único bombillo que alumbrabas las calle estaba a la altura de la casa número 19, que está enfrente de un conocido instituto gastronómico; no había ni supermercados ni abastos, todo había que buscarlo en Puerto Ordaz, si faltaba algo la única opción era pedírselo a un vecino.

El entretenimiento estaba reducido a la radio o la lectura, los días de semana y los domingos a pasear por Puerto Ordaz o ir al río. La gente de Los Olivos siempre tuvo una relación importante con el río. A lo largo de la rivera del Caroní, desde el desaparecido sector de Los Pedregales (a la altura del Club Portugués) y hasta la toma de agua del Inos había numerosos lugares para el picnic dominguero o la pesca. Los más importantes eran el balneario de Toro Muerto y la isla que estaba enfrente, o El Silencio. No era una vida rural porque la urbanización y las costumbres no lo eran, pero tampoco era un ambiente citadino, porque faltaban muchos elementos que caracterizan la vida de la ciudad. Hay que recordar que en aquella época no había televisión. Una de las costumbres que quedó arraigada desde aquellos tiempos fue “hacer porche” por las noches. Esto consistía en sentarse en el porche de las casas al caer la tarde y conversar con familiares o vecinos. También se acostumbra a interpretar rudimentariamente melodías que alegraban el ambiente. De aquellas tertulias musicales salieron conocidos músicos de la región, entre ellos Tyrone Serrao autor de la canción Luces de Puerto Ordaz, que habitaba en la casa número 2 de la mencionada manzana 11.

Durante mucho tiempo las relaciones entre los vecinos de Los Olivos se rigieron solamente por el trato directo entre conocidos; allí no se apreciaba la presencia del Estado. No había policías ni mayores preocupaciones, la gente dejaba los carros en las calles y los garajes los utilizaba como sitio de reuniones. Los sustos más comunes eran producidos por animales que reclamaban los espacios robados por el urbanismo: culebras que resbalaban en los porches de granito o las aves nocturnas que siempre inquietaba con sus cantos y movimientos. Si a todo esto le añadimos que el trasporte público tardó en llegar, podemos tener una idea general del ambiente del lugar: nadie se acercaba a Los Olivos a menos que fuera a visitar a alguien y la única forma de salir de allí era en vehículo propio, en “cola” o caminando por un sendero que luego se trasformó en la carretera que durante años pasó frente al Colegio Loyola.

De una manera breve y sencilla así era la vida en Los Olivos a comienzos del año 1966, antes del asfaltado y el alumbrado público. De las pocas familias que allí habitaban pueden nombrarse a los: Blanco, Sadjian, Lezama, Soldevilla y Serrao. No había mucho más en esos primeros días, luego la urbanización se pobló rápidamente y creció.

La Escuela y la Iglesia

Entre los sucesos más importantes de esos primeros años de Los Olivos, está la llegada de la escuela y la iglesia. En efecto las condiciones de la nueva urbanización obligaban a pensar en las necesidades de sus habitantes y entre ellas una de las más importantes era lógicamente la educación. Por eso, en el año escolar 65-66 abre sus puertas el Colegio Yocoima, primer centro educativo del lugar. Los orígenes de esta escuela son bastante curiosos, porque una vez terminadas sus instalaciones no tenía alumnos y los maestros se vieron obligados a ir casa por casa buscando a los niños para que se escribieran en ella. Así comenzó este grupo escolar, con tan pocos alumnos que, cuentan algunos estudiantes pioneros, que tuvieron que unir a quinto y sexto grado y darles clase juntos. No obstante, y a pesar de esas dificultades, se impartió una enseñanza de calidad pues de allí salieron exitosos estudiantes que luego se convirtieron en destacados profesionales de la región. En medio de este panorama, la escuela se convirtió rápidamente en una especie de centro social de la colectividad: la fiesta de carnaval de Los Olivos era la fiesta de la escuela, los más relevantes eventos sociales o religiosos se realizaban allí; y algo muy importante, desde entonces es uno de los centro de votación más numerosos y tradicionales de Ciudad Guayana.

Otro suceso importante en los inicios de Los Olivos, que constituyó un avance hacia la consolidación de la cultura urbana fue la llegada de la iglesia. La Parroquia Nuestra señora de Coromoto comenzó a funcionar en los espacios del Colegio Yocoima, en el lugar destinado a los actos culturales. Allí se celebraba la misa los domingos y demás fiestas de precepto, especialmente las tradicionales misas de aguinaldo. Posteriormente se construyó la capilla, que es la misma que hoy ofrece un aspecto moderno en virtud de una reciente remodelación. La llegada de la iglesia es importante no solo por el trabajo realizado en la propagación de la fe y los valores del cristianismo, sino por el registro documental que se ha realizado de los actos religiosos: bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, bodas, matrimonios etc. Allí se pueden encontrar con rigurosa precisión muchos acontecimientos importantes de la vida de los vecinos.

Hoy la parroquia tiene unas hermosas instalaciones. Como se dijo anteriormente, la capilla fue remodelada y dotada de aire acondicionado para mayor comodidad de las celebraciones religiosas. El año pasado se inauguró un majestuoso campanario, que no solo es un símbolo religioso, también se convierte en una manifestación artística que embellece el lugar ¡Qué diferencia con aquellas modestas misas de antaño celebradas en el Colegio Yocoima!

Pero hablar de la iglesia de Los Olivos obliga a hablar del sacerdote Santiago Ollaquindia, un ejemplo de vida comprometida. Afectado por una penosa enfermedad, perdió casi todas las facultades físicas pero nunca abandonó su parroquia. Sin piernas y casi sin vista, celebró la misa hasta el último día de su vida, un ejemplo que no puede ser ignorado en esta breve historia.

El fútbol de Los Olivos

Si algo caracteriza indiscutiblemente a Los Olivos, es la pasión de sus habitantes por el fútbol. Se puede decir que su historia puede ser la historia de su fútbol, que ha evolucionado desde el “fútbol de tierra” de muchachos que competían contra otras urbanizaciones, hasta la construcción de la hermosa cancha que existe hoy en día, donde funciona una escuela y sus equipos participan en casi todos los torneos de la región.

El fútbol comenzó a jugarse en Los Olivos en el año 1966, después del campeonato mundial de Inglaterra, cuya final fue trasmitida por radio. Como es natural esto despertó interés entre los jóvenes que comenzaron a organizar caimaneras en los terrenos vacíos y luego a jugar partidos amistosos contra equipos de otras urbanizaciones. Si la memoria no falla, el primer evento más o menos organizado fue un intercambio con Villa Brasil, jugándose el primer partido en unos terrenos en la urbanización Villa Antillana donde ganó el equipo de Villa Brasil y posteriormente los muchachos de Los Olivos tomaron revancha en un juego que se realizó en el terreno que está frente al supermercado, donde hoy funciona la casa de la cultura Héctor Guillermo Villalobos.

Se jugaba prácticamente sin nada. Se buscaba camisetas del mismo color, había una sola pelota y no todos tenían botines. No había llegado el tiempo del consumismo y la marca, a demás no todos estaba en condiciones de hacer gastos en juegos. Era un verdadero “fútbol de calle”, organizado por los muchachos que inclusive limpiaban los terrenos y cortaba la maleza para poder jugar. Con motivo de estas caimaneras entre urbanizaciones, en el año 1969 se organizó un campeonato interbarrios. Allí el equipo de Los Olivos tuvo una destacada actuación, que años después se consolidó con la participación en el campeonato estatal, en categorías juvenil y primera quedando subcampeones ambos equipos.

Después de estos inicios el despegue del fútbol de Los Olivos alcanzó otras dimensiones. Algunos jugadores fueron estrellas de equipos profesionales e inclusive de la selección nacional, consolidándose así una importante cantera de jugadores. Muestra palpable de esta pasión por el fútbol lo constituye la atención que se le ha prestado a sus canchas. La primera cancha importante estuvo en los terrenos donde hoy está el centro comercial Los Olivos y El conjunto residencial del mismo nombre (enfrente de la Iglesia); Allí se jugó el campeonato interbarrios a que hicimos referencia anteriormente. Después, en virtud de que este terreno no estaba destinado a la recreación y el deporte, la cancha se trasladó al lugar donde está actualmente. Era un terreno arenoso que poco a poco fue acondicionándose hasta que se Constituye la Asociación Civil, que realizó un inmenso esfuerzo económico y construyó la hermosa cancha que hoy es un verdadero ícono de la urbanización.

El fervor religioso y la pasión por el fútbol pueden apreciarse tanto en la iglesia como en la cancha de fútbol; son construcciones que evidencian como han crecido en la comunidad aquellas prácticas incipientes de los primeros días. Estamos seguros de la propuesta de este ensayo no será compartida por todos, pero no dudamos en afirmar que en torno a los hechos que hemos narrado se centra ese sentimiento de identidad que tienen los habitantes de Los Olivos y que para terminar sintetizamos de la manera siguiente: Al principio Los Olivos no era Puerto Ordaz, tenía problemas distintos y modos de vida distintos; la soledad sembró un espíritu de convivencia y de cercanía que no tenia los habitantes de Puerto Ordaz; Surgieron costumbres y pasiones comunes que todavía hoy se manifiesta, y hacen que a pesar de todo, y del palpable deterioro del lugar muchas personas sigan viviendo allí.

A modo de conclusión

Como se dijo al principio, la intención de este ensayo es destacar como era Los Olivos cuando estaban lejos de Puerto Ordaz, y con base a eso, plantear la tesis de que la manera como se desarrolló su historia explica el porqué muchas personas que han habitado en esta urbanización, se siente más identificado con ella que con la ciudad. Hemos combinado la descripción con la narración para tomar hechos de estos 46 años de existencia que tiene la urbanización, dejando a criterio del lector la interpretación definitiva de sus consecuencias. No obstante terminamos con una reflexión:

Cuando Los Olivos no era Puerto Ordaz, era una hermosa urbanización de casas iguales y amplias calles sembradas de árboles. Hoy la irracionalidad urbanística está acabando con aquella imagen, porque por todos lados parecen las construcciones anárquicas.

Cuando Los Olivos no era Puerto Ordaz las relaciones vecinales eran amigables y armoniosas. La solidaridad estaba por encima de cualquier cosa, si alguien tenía un problema sobraban manos para ayudarlo. Hoy esto se observa entre los viejos vecinos, los nuevos se comportan de acuerdo con el estrés y el individualísimo del hombre moderno.

Cuando Los Olivos no era Puerto Ordaz, tenía una pequeña escuela casi familiar, una iglesia sin capilla y unos equipos de fútbol que no tenían cancha. Pero en medio de todo esto había un gran espíritu que construyó todo lo que vino después; un sentimiento que hace que todos los años en el mes de diciembre todos regresen a Los Olivos, a compartir con sus amigos y familiares los recuerdos de unos momentos especiales de su vida: La vida en Los Olivos.

Así son los verdaderos y auténticos “Olivos”, como su gente: la pionera, y la que llegó para quedarse. Por eso, después de escribir todas estas cosas, nos quedamos con la idea de que viendo el desarrollo de la vida de Ciudad Guayana en la actualidad, es posible que los “verdaderos Olivos” todavía no sea Puerto Ordaz