La Casa de la Cultura de los Olivos (como coloquialmente se le dice en la vecindad) es un lugar especial: está ubicada en un pequeño bosque de eucaliptos, cedros y una de las pocas matas de tamarindo, qué quedan en la urbanización, gracias a la asociación civil qué, como comodatario se encarga de su custodia y el desarrollo de las actividades que permanentemente se realiza en el lugar.
El terreno donde está construido este centro cultural, tiene una historia curiosa paralela a la de la urbanización: en principio era un lugar destinado a la práctica del fútbol. Allí se jugó un partido amistoso entre Los Olivos y Villa Brasil qué, según recuerdan los circunstantes, quedó empatado, a pesar de qué en el último minuto, el árbitro, que improvisadamente se encargó de el evento, y casualmente formaba parte de los acompañantes de Villa Brasil, pitó un penalti en favor de los visitantes que, para su infortunio, en vez de entrar en la portería fue a parar a la “bodega de los Mathinson” que era como se llamaba inicialmente el supermercado actual.
Después, en el lugar se desarrollaron competencias de ciclismo hasta que, por la tenacidad vecinal, hoy contra viento y marea se mantiene el espacio cultural. Próximamente voy a dedicar unas líneas a los buenos vecinos que construyeron la historia de la casa de la cultura.
El evento del próximo jueves 27 de marzo a las cuatro de la tarde está diseñado como un conversatorio, para que después de las breves exposiciones iniciales, los asistentes puedan compartir opiniones sobre los temas a tratar en esta primera reunión, que tiene como intención, crear un espacio que, entre la variadisima agenda que manejan los administradores del centro cultural, permita el abordaje reflexivo de los temas que inquietan a la gente de este tiempo