Los Olivos en 1968, cuando, todavía no era Puerto Ordaz

lunes, 10 de julio de 2023

Atrapado en Disco Rock

Las anécdotas de la gente de Guayana amenizan y seducen  a todo el  que las escucha o lee, porque muchas veces es difícil saber dónde está la línea que divide la realidad de la fantasía. Las redes sociales sirven para que los cronistas populares, esos que están legitimados por la vida y no por decretos o intereses oficiales, cuenten las pequeñas historias de sus urbanizaciones. Por esa vía nos llegó una descripción detallada de los bares y discotecas que existieron en la ciudad. Inmediatamente, mis paisanos de Los Olivos levantaron la voz de protesta: ¡Esa lista no esta completa, faltó Disco rock!

Es comprensible la omisión, porque la lista no toma en consideración a la República independiente de Los Olivos. Allí, en los años 70, específicamente, en el centro comercial ubicado en frente de la Iglesia Nuestra Señora de Coromoto, había una cervecería muy frecuentada por los vecinos, llamada Disco Rock.

Me dicen las voces de la calle que: “Disco Rock operó en la parte baja del Centro Comercial Los Olivos, en la década de los 70 hasta principio de los 80 más o menos. Todas las semanas estaba el camión de la cristalería reponiendo el vidrio de la entrada, porque más que una discoteca a veces parecía un ring de boxeo. Quienes la regentaba tenían un bate escondido en la barra por si acaso. No tenían numeradas ni las mesas ni los puestos de la barra, y el primer foco de conflicto con los desconocidos se presentaba por su identificación: “barba y lentes, copete e brocha, chaqueta e mono, mal bañao, etc. Se identificaban según la apariencia del cliente y la creatividad del dependiente; hecho indiscutiblemente  revelador de la idiosincrasia oliveña, donde de entrada “encasquetaban” un apodo. 

Entre las anécdotas que se pueden recordar de lo acontecido en aquel entretenido lugar, está la de un vecino que quedó atrapado allí un fin de semana. Cuentan que una madrugada, de sábado a domingo, a la hora de cerrar, un cliente fue al baño sin avisar a los encargados que estaba allí urgido por una necesidad imperiosa, y estos cerraron el local dejando al hombre adentro. En aquellos tiempos no había celular y el bar no tenía teléfono; en consecuencia, quedó atrapado hasta el lunes a la hora en que el personal regresó al negocio.  Al llegar, oyeron con sorpresa que se oía música en el interior y al abrir se encontraron al cliente indignado, porque el descuido le privó de la libertad, obligándole a sobrevivir durante ese tiempo, consumiendo la existencia de cervezas, papas fritas, pepitos y todo lo que por allí había para calmar el hambre, teniendo como única compañía la música disco de la época.

El tiempo se llevó a Disco Rock, pero no se  llevó los recuerdos de los oliveños que siempre tienen muchas cosas que contar. Sin pretensiones de superioridad, se puede afirmar que Los Olivos es uno de los lugares que tiene más filósofos de licorería, esos que se paran enfrente de las ventas de licor  que allí abundan, para refrescarse y buscarle sentido a la vida. Cada vez que alguien llega a comprar, además de la mercancía  se lleva una frase estoica o epicureista: “todo está perdido, beber es lo único que queda” o la de un célebre personaje ya desaparecido que, cuando le preguntaban cómo estaba, con cara seria respondía: “como el guaraguao fregao pero acostumbrao” 



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