Los Olivos en 1968, cuando, todavía no era Puerto Ordaz

jueves, 24 de febrero de 2022

José Luis Blanco, un epicureista en Los Olivos.

 

El hombre no viene a este mundo a sufrir sino a ser feliz. Eso decía el ilustre Epicuro, que centraba toda su filosofía en torno al placer y la felicidad. Guardando obviamente las distancias, cuando releo algún pensamiento del famoso filósofo griego, me acuerdo de mi tío José Luis, ilustre vecino de Los Olivos que cultivó el arte de disfrutar la vida.

Muchas cosas se pueden contar de su carismática personalidad. Solo voy a citar dos o tres que me parecen las que siempre están en la memoria de su familia y amigos, y pueden servir para entender al personaje. Era un excelente anfitrión, que sabía atender y entretener a sus invitados;  buen conversador, sus tertulias siempre eran amenas. Cada vez que lo invitaban a pasar un rato disfrutando de la paradisíaca naturaleza guayanesa, cortésmente rechazaba la invitación, destacando que él era un hombre de salón, que prefería su casa o un buen restaurante antes que el campo.

En su rutina laboral, al lado del tiempo de los negocios, reservaba unos momentos para el ocio. Como decían los antiguos, la vida es negocio y ocio que son inseparables, porque dedicarse a uno solo de ellos convertiría la vida en un disparate. 

Cuando enfermó y el médico le recetó un riguroso régimen de recuperación, lo rechazó diciendo “No quiero vivir como un enfermo para morir sano”. Y así vivió hasta que le tocó adelantar el viaje que todos tenemos que hacer.

La letra de una conocida melodía dice que, “no existe una escuela que enseñe a vivir”. Es cierto, pero hay muchos ejemplos, de personas que su vida puede servir para entender lo que decía Epicuro: "el hombre no vino este mundo sufrir ni la vida es una derrota aceptada".


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