Los Olivos en 1968, cuando, todavía no era Puerto Ordaz

viernes, 21 de junio de 2024

Los mensajeros de la lluvia

En Los Olivos siempre llueve al mediodía. Puede que al hombre de hoy, saber eso le parezca inútil o innecesario, porque cree que la tecnología lo protege de todo, pero la gente de antaño tenía que estar pendiente de las fuerzas de la naturaleza y sus movimientos, para no sufrir las consecuencias.

La lluvia siempre preocupaba a las amas de casa de los años 60, porque en tiempos de invierno en Guayana, los "palos de agua", como les dice la gente, parecen cortinas de agua que el viento arrastra a una velocidad considerable, empapando todo a su paso.

 

En Los Olivos, cuando pasaban los aguaceros todo quedaba en silencio, y por las calles bajaban torrentes de agua hacía el Caroní, porque la urbanización está ligeramente inclinada hacia el río. No era raro, en aquellos días, ver á los muchachos, bañándose en la lluvia o jugando en esas chorreras que arrastraban toda la porquería que produce la insensatez humana

 

El problema no era saber que  siempre llovía al mediodía, sino saber exactamente en qué momento llegaba la lluvia, para recoger la ropa, guarecerse a tiempo y evitar que se metiera el agua en la casa. No existían los sofisticados equipos que hoy predicen las condiciones climáticas. Había que buscar respuestas mirando el cielo

 

Aparecieron por esos días unos personales especializados en vaticinar cuándo  empezaría a llover: lo primero que observaron fue que, salvo excepciones, la lluvia viene del Este; por lo tanto, cuando “San Félix se pone negro", es evidente que va a llover en Los Olivos. Después calcularon los minutos en que comenzaría a llover, a partir del momento en que los nubarrones se posaban sobre la UD-145.  Y, cuando habían verificado eso, inmediatamente decían a sus vecinos "viene agua en 10 minutos" Y casi siempre acertaban.

 

Después, el tiempo y el progreso se llevaron muchas cosas, y las destrezas de la gente de ayer se convirtieron en inútiles recuerdos, porque la tecnología las hizo innecesarias.  De aquellos "mañosos" de antaño queda poco o nada; pero de vez en cuando hay que recordarlos para que las generaciones de hoy sepan que existieron unos “tipos raros” dedicados a tareas inverosímiles


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