Los Olivos en 1968, cuando, todavía no era Puerto Ordaz

lunes, 28 de abril de 2025

Érase una vez en Los Olivos

El cine estaba muy lejos y la carretera era muy oscura en la noche. No entraban los años 70 cuando en la nueva urbanización el aburrimiento era la regla y el entretenimiento la excepción. No había llegado la televisión y el cine era la mejor opción pero estaba en Puerto Ordaz. Por lo tanto, si un vecino de Los Olivos quería entretenerse el fin de semana o en la noche de cualquier otro día, tenía que ir "a la ciudad" por la vieja carretera que, sin alumbrado, siempre causaba alguna incertidumbre.

Ante la necesidad de vivir las emociones de la gran pantalla, no faltaron los emprendedores que trataron de sacar provecho, improvisando espacios dedicados a la proyección de películas, que facilitaban a los vecinos satisfacer ese placer sin tener que hacer desplazamientos nocturnos. Cuenta los sexagenarios de hoy, (que en aquellos días eran adolescentes) que en la casa que está al lado del mercadito que hoy se conoce como Deli Market Express (en frente de la Casa de la Cultura), en el garaje, instalaron un cine, que proyectaba películas los fines de semana. La cartelera no era muy variada, principalmente películas mexicanas y las inolvidables de Tarzán de los monos, que siempre tenían buena aceptación. Como el lugar no transmitía ambiente cinéfilo, tampoco se formó la cultura del espectador; más bien la oscuridad era propicia para las travesuras de los muchachos, dedicados a producir ruidos burlones o a hacer guerra de chicles y otras cosas más.


Otro intento por explotar la industria del cine en los Olivos, se le atribuye a un vecino que era mecánico de mantenimiento en una conocida sala de la ciudad y conseguía las películas que ya se habían proyectado, para pasarlas luego en el Colegio Yocoima. Cobraba una pequeña cantidad para entrar y era una buena opción para los vecinos, porque losOliveños podían ver, aunque fuera con un poco de atraso, las películas que estaban en cartelera. No sería raro, por lo tanto, que en aquellos días, en el escenario del Yocoima, apareciera el clásico Érase una vez en el oeste, con Charles Bronson y la impactante Claudia Cardinale. El problema era que el camarógrafo, que no era muy diestro a veces se descuidaba, proyectando los diferentes rollos de la película de manera desordenada, y así, en más de una ocasión, el pistolero que ya había muerto, aparecía nuevamente para sorpresa del público que se enredaba con el desarrollo de la trama.

No duró mucho tiempo aquella actividad cinematográfica. Quienes acostumbran a mirar el pasado dicen que la mató la llegada de la televisión. No estoy seguro. Lo cierto es que quedó en recuerdo de quienes vivieron aquellos primeros años de los Olivos

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