En días pasados, me invitaron a compartir un almuerzo con los amigos, Francisco Arévalo, Diego Rojas, Homero Hernández y Carlos Giusti. Fue una amena reunión, ya que los contertulios (poetas, cronista y pintor ) son buenos conversadores, de esos que hoy escasean, porque dejan hablar sin interrumpir, esperando atentamente la oportunidad para intervenir; nada que ver con algunos personajes que creen que las conversaciones son competencias para ver quién habla más, muchas veces sin tener nada interesante que decir.
No es fácil decir de qué se habló en la tertulia, porque los temas fueron muy variados: el pasado, el presente, el futuro, la vida, la muerte y sobre todo las costumbres y la gente de una ciudad que es difícil de definir. Francisco, se quejó de las improvisaciones de quienes incursionan en el arte sin
organización ni guion; Diego, asomó la posibilidad de fundamentar la cotidianidad en el verso; Homero, con su prodigiosa memoria, reconstruyó el pasado local, principalmente el de sus vecinos de orilla del río, mientras Carlos imaginaba como reproducir en imágenes los numerosos acontecimientos que sirvieron de digestivo para “ bajar la comida. Creo que el cuadro qué he utilizado para ilustrar estas letras pueden dar una idea de todo lo que se trató en la amena conversación
Así transcurrió la tertulia de sobremesa; un buen rato, de esos que todavía quedan, como trinchera para resistir a la dictadura de un presente cruel, que pretende imponerse erosionando las cosas buenas de la vida.
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