El piso era de arena y tierra reseca por la humedad y los cambios de marea, donde abundaban las lagartijas y, seguramente, una que otra culebra que no se dejaba ver. No podían faltar los loros, paraulatas, cristofué y toda la variedad de pájaros que con su presencia alegraban el lugar. Allí debutaron como pescadores algunos “oliveños” que disfrutaron por primera vez de la experiencia de sacar un pavón o una terecaya. Los bañistas que frecuentaban la isla tenían que advertirles a quienes llegaban por primera vez sobre la presencia de las rayas y la forma de caminar al entrar al agua para evitar sus dolorosas picaduras. El sitio era tan acogedor que, en días de vacaciones, había familias enteras que acampaban día y noche desconectándose completamente del mundo.
Como decía anteriormente, la isla estaba aproximadamente a cincuenta metros de la orilla y a ella se llegaba nadando, remando o en lancha a motor. Los “orilleros” que se aventuraban nadando, tenían que considerar que la ida era más fácil que la vuelta, porque para regresar había que nadar contra corriente que, como se dijo antes, se aceleraba por la cercanía de los saltos. Otros, a veces, utilizaban flotadores o las famosas “tripas” de cauchos de carro o pequeños botes de remos y, de manera más avanzada, las lanchas de motor.Todo eso desapareció con el lago, que indiscutiblemente produjo un innegable progreso hidroeléctrico, que trajo como consecuencia dejar bajo las aguas los lugares que la naturaleza le había regalado a los habitantes de Los Olivos.
Como las cosas que estoy contando no se produjeron en momentos en que la gente andaba como ahora tomando fotos de todo lo que ocurre a su alrededor, tengo que valerme de la reconstrucción de mis recuerdos sobre lo vivido en aquellos días. No obstante, esta vez he contado con el apoyo de un protagonista de esta historia (Rubén Lezama) que me envió las imágenes que ilustran el texto: la que está en la parte de arriba es una fotografía que forma parte de la colección de Gerardo Hoogesteyn, tomada desde un avión, donde se ve a lo lejos la isla, al lado de Toro muerto; se puede apreciar el playón de tiempos de verano a que me refería anteriormente, y la de la parte de abajo, tomada de Google Maps, tiene una línea azul, para indicar a la gente de hoy, dónde estaba y dónde debe estar ahora, bajo las aguas, la Isla de los “oliveños”.